Yo, básicamente, soy un hombre de ortodoxia y de principios, Laureano Gómez.
En estos días trágicos, mientras transcurre la caída astronómica del desgobierno amoral, corrupto y déspota del Petro caos, Francia no puede apartarse de nuestros pensamientos. La Francia de Balzac, Sardou y Zola fue un verdadero intento de arrasar y destruir con toda la intelectualidad que se había forjado hasta la aparición de la nefasta revolución liberal francesa que cambió para siempre sus destinos de siendo a ser predestinada uno de los países más importantes, sino, el más importante de Europa no solo por su condición euro centrista sino por su renacimiento, a pesar de su misma revolución, que la llevó a ocupar un lugar determinante hasta bien entrado el siglo XIX sirviendo de influencia, por lo demás, al crecimiento intelectual, económico y político de la Rusia pre bolchevique.
En tiempos presentes, Francia, no Márquez, está viviendo un fenómeno que escapa al tema religioso como lo es el encadenamiento de las causas y los efectos en ciertos espíritus que hasta ahora se habían considerado con indiferencia creciente como lo es el fenómeno de la descristianización de la vida pública y privada.
Dentro de la verdadera Francia, las enseñanzas que contienen las palabras pontificales son irrebatibles y exactas. En el fondo; Francia, al igual que Colombia, es más conservadora que las doctrinas progresistas carnívoras del siglo XXI nos quieren hacer creer.
Sus grandes catedrales, sus castillos medievales, su fromage et du champagne, su defensa indeclinable hacia la protección de los templarios en Jerusalén, han quedado en un segundo plano por cuenta del proceso de africanización e islamización que se profundizó con los gobiernos socialistas franceses del comienzo del milenio quienes decretaron la migración de puertas abiertas junto con la implementación de la agenda 2030 que produjo el engaño a la juventud del nuevo milenio.
La juventud francesa fue llevada, entonces, al matadero de la agenda incluyente 2030 sin las necesarias defensas preventivas. Hoy, esa misma juventud francesa es tan confundida, como tan confundido es el pensamiento del jugador de fútbol francés Mbappé quien en medio de la Eurocopa que se desarrolla en Alemania durante una rueda de prensa, salió del closet comentando que: No me gustan los extremos que dividen.
Nada más fácil que declararse como políticamente correcto de centro. Nada más difícil que ser una persona con ortodoxia y principios.
La juventud francesa de hoy que probablemente se identifica con Mbappé carece no solo de principios, de doctrina, de ortodoxia, sino que también es capaz de asumir una doble moral según la cual en política y en la vida privada para sobre vivir hay que ceder para no perder.
Inclusive, debemos perder nuestra creencia como se vio recientemente ante los comentarios surgidos cuando en la inauguración de la Copa América se hace mención a Dios, ante el reclamo vehemente de toda la comunidad progresista latinoamericana de la agenda 2030, cuando esa misma comunidad progresista no comentó nada cuando durante el mundial de Quatar en plena inauguración rezaron el libro del Corán.
Con la Francia legal, con toda seguridad seguiremos teniendo afinidades.
Con la Francia que ha sido sacrificada en el matadero de la agenda globalista incluyente 2030, tal vez, nos encontremos bien distantes. La France de Mbappé
Mientras tanto, de las chuzadas a Mayerlis a las chuzadas de los magistrados de la corte suprema de justicia. ¿Quién dio la orden?
Puntilla: Lo importante para la comunidad progresista colombiana es que doña segunda pague impuestos porque su nieta es egresada de la Universidad Sergio Arboleda. Así estamos.
Columna de Opinión
RAFAEL GOMEZ MARTINEZ
Profesor Universitario
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