
Hace no más de quince días, comenzó el nuevo mandato de Donald Trump en la Casa Blanca como líder del mundo occidental. Esta nueva era se inicia de manera contundente, aprovechando las mayorías en el Senado y en la Cámara de Representantes, así como la influencia conservadora en los jueces de la Suprema Corte de Justicia. Estas condiciones le otorgan un poder que en su primer mandato no poseía, además de contar con bases populares que lo respaldan ciegamente y un proyecto político ya bien definido. Son estas las ventajas con las que cuenta el nuevo presidente de los Estados Unidos.
El análisis de esta nueva era debe entenderse como una respuesta a un mundo postoccidental. No es difícil encontrar imágenes de comunidades como los Amish, que han salido a votar por Trump, lo que representa una combinación fascinante de un proyecto político anclado en la ética conservadora, sin olvidar los valores protestantes que hicieron grande a Estados Unidos. Así, se configura una utopía que resulta fácil de vender: hacer América Grande de Nuevo.
De igual manera, Trump articula un discurso claro y sencillo, centrado en ofrecer una mejor calidad de vida a su base política, constituida por estadounidenses de clase media-baja. Este enfoque implica olvidar, o al menos relegar, debates estériles sobre cuestiones de género y burocracia, lo que le permite presentar propuestas concretas que, a su juicio, ningún político anterior ha intentado implementar.
En el ámbito geopolítico, Trump busca centrar su discurso en la preponderancia del producto americano, identificando a China, Rusia e India como sus tres principales adversarios. Esto se debe a que estas naciones poseen civilizaciones con valores centrados en el desarrollo de economías homogéneas. En contraste, los ideales en occidente se han enfocado en prioridades como el respeto a las minorías, el cambio climático y la diversidad sexual, dejando de lado lo fundamental. A través de su política interna, Trump intenta recuperar esa preponderancia, restableciendo los valores occidentales. También busca implantar una nueva utopía, creando principios occidentales destinados a unificar un proyecto nacional que, lamentablemente, parece haberse perdido en la actualidad.
En sus primeras horas de mandato, Trump propuso un espectáculo inspirado en Las Vegas, lo que ofreció la posibilidad de que su nueva administración comenzara con una vitalidad de la que carecían sus predecesoras. Subrayando siempre la importancia del futuro, firmó más de 80 órdenes ejecutivas para reestructurar diversos programas gubernamentales y desmantelar otras iniciativas. Aunque la agenda que presenta el presidente puede no alinearse completamente con la realidad, ha logrado establecer pilares y crear expectativas de un futuro mejor para sus bases, algo que desde hace tiempo no se observaba en esta nación.
Guerra Económica de Estados Unidos con México y Canadá: Cuestiones de Geopolítica
A inicios de febrero, Trump propuso la implementación de aranceles del 25% a los productos provenientes de México y Canadá, lo que provocó un terremoto económico. Para muchos, dicho anuncio parecía una locura, ya que abría un frente en una guerra económica que también incluía nuevos aranceles dirigidos a China. Sin embargo, antes de que la situación se agravara, dichos aranceles fueron pausados para ser revisados en el contexto de un trabajo trinacional.
Estas decisiones deben analizarse con cautela. Establecer un 10% de aranceles a China puede considerarse una respuesta adecuada, dado que se trata de una nación que rivaliza por la preponderancia mundial. No obstante, imponer un 25% a dos países con los cuales Estados Unidos comparte una interconexión comercial tan profunda no parece ser la estrategia más inteligente. La mayoría de las cadenas de valor en la región están distribuidas entre estas tres naciones; sus economías están tan entrelazadas que sus balanzas comerciales no podrían sostenerse sin la interacción constante entre ellas. De este modo, esta maniobra parece más bien una estrategia de presión política destinada a obtener ventajas en temas migratorios y políticas de drogas, entre otros.
Dado que Estados Unidos se asemeja a una economía de casino, donde pocas empresas producen bienes tangibles y la mayoría de los productos deben ser exportados, se genera una balanza comercial negativa. La pregunta crucial es: con qué países puede permitirse mantener esta balanza negativa. La respuesta radica en aquellos que estén dispuestos a ceder a las condiciones geopolíticas impuestas por Estados Unidos. A largo plazo, esta estrategia podría traducirse en victorias de corto alcance, mejorando su posicionamiento en las futuras batallas que deberá librar contra potencias emergentes que buscan rivalizar con su hegemonía La estrategia es sencilla, pero arriesgada: en un mundo cada vez más multipolar, Estados Unidos está comenzando a comprender que tiene una única oportunidad para recuperar su hegemonía mundial. Con una política agresiva, intenta reafirmar su posición, y si fracasa en este empeño, buscará consolidarse como el amo y señor del continente americano, con la esperanza de establecerse en el nuevo orden mundial que se perfila.
Para concluir, tanto México como Canadá dependen en gran medida de su comercio exterior con Estados Unidos. En contraste, las exportaciones de Estados Unidos hacia México y Canadá representan aproximadamente un 15% de su comercio total. Esto indica que el mensaje subyacente en las políticas de Trump es claro: busca reducir la dependencia del comercio exterior, enfocándose en proteger a la economía estadounidense. Para lograrlo, se apoya en una estrategia denominada “333”, que consiste en reducir el déficit comercial en un 3%, estimular el crecimiento económico en un 3%, y aumentar la capacidad de producción interna en un 3%.
Dicha estrategia implica un reexamen crítico de cómo se lleva a cabo el comercio y se busca que Estados Unidos dependa menos de mercados externos. Sin embargo, esta postura de protección económica podría tener repercusiones significativas en las relaciones comerciales con sus vecinos, potencialmente deteriorando una interdependencia que ha sido clave para el crecimiento y el bienestar de las economías de América del Norte.
En resumen, la era de Trump se perfila como un período de intensa reorientación política y económica. Si bien su enfoque puede resultar atractivo para ciertos sectores de la población que desean un regreso a los valores tradicionales y la recuperación del orgullo nacional, también presenta desafíos sustanciales que, si no se manejan con prudencia, podrían llevar a la economía estadounidense hacia un aislamiento perjudicial en un mundo que evoluciona rápidamente hacia nuevas dinámicas.
Lo que resulta crucial en este panorama es que la administración no subestime la interconexión global ni las implicaciones a largo plazo de sus decisiones comerciales. La historia ha demostrado que el proteccionismo, aunque tentador, puede tener consecuencias adversas más allá de las fronteras nacionales, afectando a la estabilidad y el crecimiento de todas las naciones involucradas. Así, el futuro de la política de Trump quedará por verse, pero sin duda se encuentra en la línea del horizonte cambiante de un mundo en continuo movimiento.
Anàlisis especializado
Dr. Jorge Luis Téllez Báez
Abogado Especialista en Derecho administrativo
Profesional en Gobierno y relaciones internacionales
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