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LA PARADOJA DE OTTY PATIÑO

Foto del escritor: William Stiven Rojas RinconWilliam Stiven Rojas Rincon
OPINION DE SILVERIO HERRERA

El nombramiento de Otty Patiño como Alto Comisionado para la Paz ha sido una decisión controvertida desde el principio, un ex miembro del M19, el grupo terrorista que pasó de las armas a la política tras un proceso de desmovilización, donde por casualidad tampoco pagaron por sus culpas y pecados, en su gran mayoría fueron indultados, incluso el hoy mandatario de los colombianos.


Si los mismos que quemaron el palacio de justicia y asesinaron a magistrados y civiles, pero, que como hecho curioso también solo han sido condenados los militares y policías que recuperaron el palacio del magnicidio cometido por el M19, mientras los perpetradores pasaron a la política y hoy son impolutos, probos y presidente.   Patiño se enfrentado al desafío de liderar una de las apuestas más ambiciosas del presidente: la "paz total". Sin embargo, lo que en teoría parecía una estrategia innovadora, en la práctica se ha convertido en una travesía incierta llena de contradicciones y falta de resultados concretos.

OTTY PATIÑO

Patiño parece haberse transformado en un comisionado "fantasma", cuya presencia mediática oscila entre gestos de agradecimiento y disculpas dirigidas a los mismos grupos que perpetúan la violencia en el país. Mientras tanto, los resultados tangibles de su gestión brillan por su ausencia. Las negociaciones avanzan a paso de tortuga, las comunidades afectadas por el conflicto siguen esperando soluciones reales, y los violentos parecen haber encontrado en esta falsa y cómplice "paz total" una oportunidad para fortalecer su control territorial y aumentar sus exigencias.


El problema de fondo no es solo la figura de Patiño, sino la arquitectura misma de la política de paz total. Una estrategia que promete negociar simultáneamente con grupos tan dispares como el ELN, disidencias de las FARC, bandas criminales y estructuras del narcotráfico no solo es utópica, sino también peligrosa. La falta de una hoja de ruta clara y de objetivos definidos ha llevado a abrir una agenda de páginas indefinidas, donde los violentos dictan los términos mientras el Estado parece perder cada vez más autoridad.


Los gestos simbólicos y las concesiones unilaterales solo han servido para debilitar la confianza de la opinión pública en la capacidad del gobierno de liderar un proceso serio. Las comunidades en las regiones más golpeadas por el conflicto no necesitan más discursos ni reuniones sin conclusiones. Necesitan resultados: el cese efectivo de hostilidades, el desmantelamiento de economías ilícitas y la garantía de derechos fundamentales.


MESA DE REUNION

¿Hasta dónde hay que llegar para que el gobierno entienda que la política de paz total está mal diseñada? La estrategia actual carece de realismo y de mecanismos efectivos para garantizar su cumplimiento. Sin un enfoque integral que incluya tanto medidas de seguridad como desarrollo social, cualquier acuerdo será papel mojado. Mientras tanto, la gestión de Patiño no solo pone en duda su capacidad de liderar estos procesos, sino también la seriedad del gobierno frente a una de las problemáticas más complejas del país.


El país necesita una paz que sea más que un eslogan político. Requiere liderazgos capaces de negociar con firmeza, de exigir compromisos reales a los actores armados y de diseñar una estrategia que priorice a las víctimas y a las comunidades vulnerables. Otty Patiño y la política de paz total deben ser revisados con urgencia, porque el tiempo apremia y la paciencia de un país cansado de promesas vacías también.


Columna de Opinión

Silverio Jose Herrera Caraballo

Abogado, comunicador, asesor, consultor, analista e investigador en seguridad, convivencia ciudadana y orden público.


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