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VIERNES NEGRO PARA EL GOBIERNO DEL CAMBIO

VIERNES NEGRO PARA EL GOBIERNO DEL CAMBIO

Colombia amanece sacudida por una tormenta política que no da tregua. La primera semana de julio ha sido particularmente desastrosa para el llamado “gobierno del cambio”, una administración que prometió transformar el país pero que, a estas alturas, parece atrapada en una espiral de escándalos, torpezas diplomáticas, choques internos y crisis institucionales. Un verdadero “viernes negro” que no solo exhibe la fragilidad del gobierno Petro, sino también su incapacidad para corregir el rumbo.

 

La renuncia de Laura Sarabia, jefe de despacho y una de las funcionarias más cercanas al presidente, dejó claro que el barco no solo hace agua, sino que muchos ya están buscando la forma más digna de abandonarlo. Aunque Sarabia presentó su salida como un acto de coherencia, la lectura política sugiere que se trata más bien de una estrategia para desmarcarse antes de que todo se derrumbe. Porque mientras ella sale por la puerta lateral, su excompañero de batallas, Armando Benedetti, sigue paseándose por los medios como una bomba de tiempo que aún no explota del todo.

 

Pero el caos no termina allí. El país quedó atónito ante la revelación de una orden de captura contra Carlos Ramón González, ex Director DAPRE (Dirección Administrativa de la Presidencia) y DNI (Dirección Nacional de Inteligencia y otro de los hombres de confianza de Petro que cae desgracia. La orden, que está rodeada de un manto de secretismo y sospecha, se suma a una seguidilla de pugnas entre el Ministerio del interior, DAPRE y la Cancillería, dejando ver que dentro del Ejecutivo reina una guerra interna más feroz que cualquier oposición externa. El supuesto choque de trenes entre Laura Sarabia y Álvaro Leyva, ex canciller, se ha convertido en un culebrón político de intrigas, acusaciones mutuas y pasadas de factura. Incluso, comienzan a circular versiones inquietantes sobre una presunta confabulación entre Leyva y congresistas estadounidenses, en lo que sería un intento por influir en la agenda diplomática bilateral, lo cual ha generado una crisis sin precedentes con el gobierno de Estados Unidos.

 

Y es precisamente Washington quien, en un hecho poco común, ha llamado a consultas a su representante en Colombia. Un gesto diplomático que, sin duda, debe encender todas las alarmas. Las razones aún se manejan con discreción, pero la incomodidad del gobierno norteamericano frente al manejo que Petro les ha dado a ciertos temas (incluyendo la política antidrogas, las relaciones con Venezuela y ahora, este supuesto escándalo con Leyva) ya no se puede disimular. La confianza, como en cualquier relación, tiene límites. Y Colombia está muy cerca de cruzarlos todos.

 

Mientras tanto, en Europa, el presidente Petro ha vuelto a ser protagonista, no por sus logros, sino por su irrefrenable tendencia a romper protocolos y a buscar titulares a cualquier costo. Primero fue el impase con el presidente francés Emmanuel Macron, con quien sostuvo un encontronazo verbal poco diplomático en plena cumbre internacional por causa de sus erráticos y cósmicos discursos. Luego, su gesto intempestivo al intentar cambiar el protocolo con la reina Letizia de España, rompiendo el ceremonial establecido, lo que generó incomodidad y desconcierto en los anfitriones europeos. Una vez más, Petro demuestra que el oficio presidencial no se improvisa, y que ni la investidura ni el escenario internacional le bastan para abandonar su estilo confrontacional, impulsivo y poco diplomático.

 

A menos de un año para terminar su mandato, el presidente Petro parece empeñado en coleccionar más enemigos que aliados. Cada semana suma un nuevo escándalo, un nuevo error, una nueva fractura en su ya maltrecha coalición de gobierno. Y si bien muchos advertimos desde un inicio que este experimento del “cambio” traía más promesas vacías que soluciones reales, pocos imaginaron que el desenlace sería tan caótico, tan ruidoso, tan lleno de contradicciones.

 

El país, por su parte, mira con angustia. Mientras se disparan las cifras de inseguridad, mientras el desempleo golpea con fuerza, mientras las regiones claman por atención, el gobierno está más ocupado en atizar incendios internos que en gobernar. El “viernes negro” del cambio apenas empieza, pero lo grave es que no parece haber nadie dispuesto a encender una luz al final del túnel. Porque cuando los que gobiernan no saben hacia dónde van, es la nación entera la que termina extraviada.

 

Y así, entre acusaciones cruzadas, rupturas diplomáticas y torpezas de Estado, se nos va otro capítulo más del desgobierno. Lo triste es que, en este drama político, el pueblo colombiano sigue siendo el único espectador obligado… y el único que termina pagando la cuenta.


COLUMNA DE OPINIÓN

SILVERIO HERRERA C.

LA REACIÓN PRENSA

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