LA ĂLTIMA PETROCHIMOLTRUFIADA
- La ReacciĂłn Prensa
- 21 abr
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En el arte de contradecirse a sĂ mismo, de decir una cosa y al renglĂłn siguiente desmentirse con la misma facilidad con la que uno respira, el presidente Gustavo Petro parece no tener competencia. Ya ni siquiera sorprende su capacidad para dar giros narrativos que rozan lo inverosĂmil. Esta semana sumĂł una nueva Petrochimoltrufiada a su ya larga colecciĂłn: segĂșn el mandatario, JesĂșs Santrich (sĂ, el mismo que fue grabado negociando toneladas de cocaĂna) no estaba traficando estupefacientes, sino gestionando la impresiĂłn de 5.000 libros de poesĂa.
SĂ, leyĂł usted bien: poesĂa. SegĂșn Petro, esas interceptaciones que durante años sirvieron como prueba fehaciente del involucramiento de Santrich en el narcotrĂĄfico fueron malinterpretadas. Que no era âpericoâ lo que movĂan, sino metĂĄforas. Que los carteles no eran de la droga sino de imprenta. Y lo dice con una seguridad tal, que uno pensarĂa que el problema no es la evidencia, sino nuestra falta de sensibilidad literaria.
Pero esta no es su Ășnica perla reciente. En un evento con la secretaria de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, Noelle E. Coker, Petro sorprendiĂł al decir que los miembros del Tren de Aragua âuna de las bandas criminales mĂĄs violentas del continenteâ no son delincuentes, sino âjĂłvenes marginados por la sociedad, carentes de afecto y cariñoâ. Como si la soluciĂłn a los secuestros, asesinatos, trata de personas y extorsiones fuera una ronda de abrazos colectivos.
Resulta cada vez mĂĄs evidente que el presidente vive en una especie de realidad alterna, en la que los criminales son poetas incomprendidos y las bandas armadas, vĂctimas de la falta de amor maternal. Mientras tanto, el paĂs real se desangra. Los Ăndices de violencia no bajan, la extorsiĂłn es pan de cada dĂa en las regiones, y los grupos armados âlejos de deponer sus armasâ se fortalecen con cada prebenda que les ofrece el Estado en nombre de una âpaz totalâ que no pasa de ser un eslogan vacĂo.
El discurso oficial raya en el surrealismo, pero lo que verdaderamente indigna es el daño que estas declaraciones causan. No solo desmoralizan a las Fuerzas Armadas y a la PolicĂa âque han puesto muertos y heridos combatiendo al crimenâ, sino que tambiĂ©n ridiculizan al paĂs frente a la comunidad internacional. ÂżQuĂ© mensaje se envĂa cuando el presidente de la naciĂłn justifica a una organizaciĂłn criminal como el Tren de Aragua? ÂżQuĂ© credibilidad tenemos si, de la noche a la mañana, el trĂĄfico de cocaĂna se convierte en distribuciĂłn de poesĂa guerrillera?
Petro podrĂĄ seguir construyendo sus ficciones, pero la realidad se impone. Los audios de Santrich estĂĄn ahĂ, asĂ como los informes de inteligencia sobre el Tren de Aragua. Los delitos no desaparecen con discursos ni con retĂłrica de redenciĂłn. Colombia necesita un lĂder que asuma su rol con seriedad, que deje de ver a los criminales como vĂctimas y a las vĂctimas como obstĂĄculos para su narrativa ideolĂłgica.
Estamos ante un gobierno que parece gobernar desde el delirio, mĂĄs preocupado por reescribir la historia que por enfrentar la tragedia que vive el paĂs. Cada vez que el presidente abre la boca para defender a un criminal, pierde un poco mĂĄs de autoridad moral. Y cada vez que intenta justificar lo injustificable, se aleja un paso mĂĄs de la responsabilidad que implica gobernar con sensatez.
Al final, puede que Petro no pase a la historia como el presidente del cambio, ni como el de la paz, sino como el de las petrochimoltrufiadas: frases contradictorias, absurdas, peligrosamente cómicas⊠pero, sobre todo, trågicamente reales.
Columna de OpiniĂłn
Silverio Jose Herrera Caraballo
Abogado, comunicador, asesor, consultor, analista e investigador en seguridad, convivencia ciudadana y orden pĂșblico.




