top of page
Logo de la reaccion prensa

AUTO K.O: LA PETROIZQUIERDA HA SIDO DERROTADA EN EL PRIMER ROUND.

Iván Cepeda derrotado

La jornada de consulta interna del Pacto Histórico realizada este domingo 27 de octubre no fue más que una demostración del desgaste político que vive la izquierda en el poder. El

resultado era predecible: Iván Cepeda se impuso como candidato presidencial con más del 60 % de los votos, según los reportes oficiales. Pero la verdadera noticia no fue su victoria, sino el innecesario derroche burocrático que significó organizar una consulta cuyo ganador se conocía desde antes de abrir las urnas. Lo que el oficialismo presentó como un ejercicio de democracia interna terminó siendo un espectáculo de vanidad política, costoso, lento y carente de propósito real.


Desde el anuncio de la convocatoria, el proceso despertó críticas por su falta de sentido. No había competencia real. Cepeda contaba con el respaldo de las principales figuras del petrismo y del propio presidente, que, aunque intentó mostrarse distante, nunca ocultó su simpatía. ¿Era necesario gastar miles de millones en una consulta sabiendo quién ganaría? Esa es la pregunta que hoy se hacen millones de colombianos que sienten cómo la política se sigue alejando de las prioridades ciudadanas. En lugar de resolver problemas de fondo (como la inseguridad, el desempleo o el abandono del campo), se invirtieron recursos públicos en una contienda cuyo único fin era legitimar a un candidato ya coronado desde los pasillos del poder.


Para colmo, la jornada no estuvo exenta de caos. Hubo irregularidades en varios departamentos, denuncias de fallas en el sistema, largas filas y alteraciones del orden público en regiones donde los grupos armados siguen marcando la pauta. La Defensoría del Pueblo reportó incidentes en al menos 21 departamentos, y hasta el propio presidente Petro calificó de “desastre” el papel de la Registraduría, raro hubiese sido que no se quejara de la entidad. Todo esto mientras el país sigue inmerso en una ola de violencia y criminalidad que el gobierno no ha sabido contener. La paradoja es brutal: mientras los colombianos temen salir a las calles por la inseguridad, el oficialismo organiza consultas políticas para sí mismo.


El triunfo de Cepeda no es una sorpresa, pero sí un síntoma. Su ascenso no representa la renovación de la izquierda, sino su radicalización. A Cepeda lo llaman “el heredero de las FARC”, y no por capricho: durante años ha sido uno de los más fervientes defensores de los procesos de paz con la antigua guerrilla, así como de los acercamientos con el ELN y otras organizaciones armadas. Su discurso, centrado en la “reconciliación nacional”, suele olvidar a las víctimas y suavizar las responsabilidades de los victimarios. En su intento de construir una narrativa humanitaria, ha terminado normalizando la impunidad. Por eso su elección genera desconfianza en amplios sectores del país, especialmente en las regiones más golpeadas por la violencia.


Mientras el Pacto Histórico celebra, el país se desangra. En el sur y el occidente, los grupos armados ilegales siguen expandiendo su dominio territorial; el narcotráfico, la minería ilegal y la extorsión se han convertido en el verdadero poder en muchas zonas rurales. Human Rights Watch y la ONU han advertido que el control de estos actores crece ante la debilidad institucional y la política ambigua del gobierno frente a ellos. Y ahí está el gran dilema: Cepeda, el “dialoguista”, el “pacifista”, ha defendido la tesis de conversar con quienes han demostrado que solo entienden el lenguaje de las armas. En nombre de la paz, se ha convertido en el portavoz de quienes nunca han pedido perdón ni mostrado voluntad de justicia.


Esta consulta no solo dejó un ganador previsible, sino también una izquierda dividida, desconectada y soberbia. Mientras los ciudadanos claman por soluciones reales, la dirigencia progresista se encierra en sus propios ritos de autoafirmación. No hay humildad, no hay autocrítica. Hay un culto a la narrativa del cambio que, después de casi tres años de gobierno, no ha cambiado nada. La economía tambalea, la seguridad se deteriora y la credibilidad institucional se agota. Y, aun así, Petro y los suyos insisten en perpetuar un modelo político que gira en torno a su propio ego.


Iván Cepeda podrá haberse convertido hoy en el candidato oficial del Pacto Histórico, pero su victoria deja más sombras que luces. Es, en el fondo, una derrota moral para la izquierda que prometió transformar el país y terminó repitiendo los mismos vicios del poder tradicional: el despilfarro, el clientelismo, la improvisación y la arrogancia. Si algo simboliza esta consulta, es el divorcio entre el discurso del cambio y la realidad del desgobierno. El país esperaba señales de autoridad, de coherencia, de liderazgo. Recibió, en cambio, una farsa política con final anunciado.


Por eso, más que una victoria, lo ocurrido hoy es un auto K.O. La izquierda se golpeó a sí misma con su propio capricho. Y aunque Cepeda levante los brazos, lo cierto es que su triunfo llega sobre un escenario de desconfianza, violencia y desencanto. En política, las victorias vacías también pesan. Y esta, sin duda, será recordada como una de ellas.


NOTA DE OPINIÓN

Silverio José Herrera Caraballo. La reacción Prensa.

Comentarios


bottom of page