LOS SOLDADOS COLOMBIANOS QUE COMBATEN GUERRAS AJENAS
- Silverio Jose Herrera Caraballo
- 17 oct
- 4 Min. de lectura

En los últimos días, un video difundido desde Kiev, Ucrania, ha despertado la reflexión y la preocupación nacional. En él, el coronel (r) Federico García Ramos, oficial retirado del Ejército Nacional de Colombia, hace un llamado urgente al presidente de la República, al comandante general de las Fuerzas Militares y a los altos mandos del Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea y la Policía Nacional. Su mensaje es claro: hay militares y policías colombianos combatiendo en guerras que no son suyas, arriesgando la vida en conflictos extranjeros mientras su país les da la espalda.
Las palabras del coronel García, pronunciadas desde una plaza en Kiev donde ondea la bandera de Colombia junto a las de otros países, son estremecedoras. Allí reposan fotografías de soldados y policías colombianos caídos en la guerra entre Rusia y Ucrania, hombres que alguna vez vistieron el uniforme de la patria y que hoy son recordados lejos de casa, en una tierra que no les pertenece, pero que los acogió como guerreros por necesidad, no por convicción.
Este fenómeno —el de exmilitares colombianos participando en conflictos internacionales— no es nuevo, pero sí es cada vez más alarmante. En Oriente Medio, África y Europa del Este, el nombre del soldado colombiano ha ganado reconocimiento por su disciplina, temple y experiencia en combate. Sin embargo, detrás de esa fama hay una realidad dolorosa: muchos de ellos no encontraron en su país las oportunidades que merecen.

El coronel García lo dijo con claridad: estos hombres no pelean por capricho, ni por gloria, ni por ideología. Lo hacen por necesidad, empujados por la falta de empleo, el olvido institucional y la ausencia de políticas sólidas de reintegración y bienestar para los retirados de la fuerza pública.
En Colombia, la figura del veterano sigue siendo más conmemorativa que efectiva. Existen leyes, sí; la Ley 1979 de 2019 reconoce al veterano como sujeto de especial protección. Pero en la práctica, muchos de ellos viven en condiciones precarias, sin atención médica oportuna, sin oportunidades laborales y sin el respaldo del Estado al que sirvieron. Cuando el uniforme se guarda en el armario, para muchos, la patria también los guarda en el olvido.
El caso de los colombianos en Ucrania es apenas una muestra de esa desatención. No se trata solo de una cuestión militar, sino también social, económica y jurídica. Social, porque revela una profunda fractura entre el Estado y quienes juraron defenderlo. Económica, porque cientos de hombres con formación militar de élite se ven obligados a vender sus servicios al mejor postor en el extranjero. Y jurídica, porque la legislación nacional no contempla adecuadamente los riesgos ni las implicaciones de que un ciudadano colombiano participe en conflictos armados fuera del país, lo cual puede acarrear sanciones y deja a muchos de ellos en un limbo legal.

El coronel García, con valentía, decidió viajar hasta Kiev para ver con sus propios ojos esta realidad. En su recorrido documentó la presencia de compatriotas que hoy combaten en trincheras ajenas, motivados por la desesperación más que por la ambición. Lo que encontró fue una escena conmovedora: un rincón de memoria donde flamea la bandera tricolor en homenaje a quienes murieron en una guerra que no les correspondía, pero que los abrazó en su búsqueda de dignidad.
Es innegable que el soldado colombiano es altamente valorado en el mundo. Su formación en combate irregular, su disciplina y su compromiso son cualidades que muchos ejércitos extranjeros buscan. Pero, ¿qué dice de nosotros como nación el hecho de que nuestros héroes deban ofrecer su vida en tierras lejanas para sobrevivir? ¿Qué clase de país permite que sus guardianes terminen siendo mercenarios por hambre o desesperanza?
Mientras en Colombia se multiplican las conmemoraciones, los discursos y las promesas de atención para los veteranos, la realidad es otra. Muchos viven en la soledad, enfrentando problemas de salud mental, pobreza y desarraigo. No hay políticas efectivas de empleo para ellos; no existen suficientes programas de vivienda o reinserción social. Las leyes están, pero sin presupuesto, sin ejecución y sin compromiso político, se vuelven letra muerta.
Resulta doloroso constatar que quienes fueron formados para proteger la soberanía nacional terminen defendiendo la de otros países. Que los mismos que alguna vez marcharon bajo el sol de Tolemaida o las lluvias del Catatumbo, hoy lo hagan en el frío de Europa del Este, sin bandera ni himno que los reconozca.
El llamado del coronel García debe ser escuchado, no con indiferencia ni con discursos, sino con acciones concretas. Es urgente fortalecer la política pública del veterano, garantizar su bienestar integral y crear mecanismos reales de inserción laboral. Colombia no puede seguir formando soldados para que terminen buscando guerra donde haya paga, ni permitiendo que la pobreza los empuje hacia trincheras que no son las suyas.

Esta problemática no se resuelve con homenajes ni con palabras de gratitud. Se resuelve con inversión, respeto y compromiso institucional. El veterano no pide caridad, pide justicia; no busca privilegios, sino oportunidades; no exige compasión, sino reconocimiento real por los años de servicio que entregó al país.
Hoy, desde la distancia, esos soldados colombianos que combaten en Ucrania representan el reflejo más triste del abandono estatal. Son el recordatorio de una deuda moral que la nación aún no ha saldado. No se fueron por gusto, se fueron porque en su tierra no hallaron futuro.
El coronel García, al poner rostro y voz a esta tragedia silenciosa, nos obliga a mirar de frente una verdad incómoda: la patria está olvidando a sus defensores. Y mientras eso ocurra, seguirán ondeando banderas colombianas en cementerios extranjeros, recordándonos que la guerra no siempre es el enemigo… a veces, el enemigo es la indiferencia.
NOTA DE OPINIÓN
🕊️ Por Silverio José Herrera Caraballo
Oficial de la Reserva del Ejército Nacional de Colombia








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