TODOS A RODEAR AL TIGRE: PETRO DISMINUYE LA SEGURIDAD A ABELARDO DE LA ESPRIELLA
- Silverio Jose Herrera Caraballo
- 25 sept
- 3 Min. de lectura

Colombia atraviesa uno de los momentos más delicados de su historia contemporánea. El país, ya golpeado por la violencia narcoterrorista, por el desgobierno y por una política de falsa “paz total” que se ha convertido en un espejismo sangriento, hoy enfrenta un hecho de suma gravedad: la reducción del esquema de seguridad del precandidato presidencial Abelardo de la Espriella. Una decisión que despierta serios interrogantes sobre el verdadero interés del gobierno de Gustavo Petro. ¿Es coincidencia o un acto deliberado contra una de las voces más críticas y frontales del actual régimen?
UN GOBIERNO QUE DESARMA A LA DEMOCRACIA
En un escenario político teñido por la sangre, donde ya hemos visto el atentado y la posterior muerte de Miguel Uribe Turbay, y amenazas constantes a quienes se atreven a contradecir al mandatario, la noticia de que se disminuye la seguridad de Abelardo de la Espriella es una alarma que debería sacudirnos como nación. No se trata de simpatías políticas ni de afinidades personales; se trata de la obligación ética y moral de garantizar la vida de todos los que participan en la contienda democrática. Y cuando el Estado, en lugar de fortalecer esa protección, la debilita, deja al descubierto su fragilidad institucional y la sombra de un autoritarismo que juega con la vida de quienes disienten.
Mientras tanto, el presidente Petro se pasea por escenarios internacionales como la ONU, lanzando discursos desordenados, cantinflescos y cargados de ideología, en los que se dedica a atacar al expresidente Donald Trump, a defender al Tren de Aragua, a la narcodictadura de Venezuela y al cartel de los soles. Eso sí, no pierde ocasión para levantar la voz por los niños muertos en Gaza, pero nunca por los de nuestro Cauca, Arauca o Catatumbo. ¿Acaso los niños colombianos valen menos que los extranjeros? ¿O simplemente su dolor no sirve a la narrativa de un mandatario obsesionado con ganarse un Nobel de Paz que, en los hechos, solo ha traído más violencia, más masacres y más tragedia?
RODEAR AL TIGRE: UN ACTO DE RESPONSABILIDAD CIUDADANA
En medio de este panorama, Abelardo de la Espriella se ha convertido en una piedra en el zapato para el proyecto político de Petro. Su estilo irreverente, su discurso sin mordaza y su capacidad de hablar de frente lo han transformado en un referente para muchos colombianos que se sienten huérfanos de liderazgo y cansados de un gobierno que solo sabe polarizar y dividir. De la Espriella, con valentía, incluso ha insinuado la posibilidad de que Gustavo Petro termine tras las rejas, lo que sin duda lo ha puesto en la mira de quienes ven amenazado su poder. Y es ahí donde el riesgo se vuelve real: cuando un precandidato empieza a incomodar tanto que el Estado mismo parece dejarlo a la intemperie.
Colombia no puede permitir que la historia se repita. La democracia exige garantías plenas y reales, no discursos vacíos ni protocolos a medias. Hoy, más que nunca, debemos alzar la voz y exigir que se proteja la vida de Abelardo de la Espriella y la de todos los actores políticos, sin distinción. No se trata de un favor: es una obligación constitucional y un deber moral del Estado.
Pero el problema va más allá de la seguridad individual. Este episodio es un síntoma de algo mayor: la peligrosa deriva de un gobierno que, en lugar de unir, incita al odio; que, en lugar de construir, atiza el levantamiento popular; que, en lugar de dar garantías, reduce esquemas de seguridad a opositores. Un gobierno que ha puesto en jaque la institucionalidad y que se convierte en un factor de riesgo para la estabilidad democrática.
Rodear al Tigre no es solo un gesto de apoyo político. Es un acto de responsabilidad ciudadana. Es entender que hoy Abelardo de la Espriella simboliza la resistencia frente a un proyecto que pretende perpetuar la división y la violencia en Colombia. Y es también enviar un mensaje claro: ningún colombiano debe ser silenciado por la fuerza, ni por las balas, ni por la negligencia del Estado.
Colombia ya despertó. El impostor que habita en la Casa de Nariño ha mostrado con claridad cuál es su prioridad: proteger a los criminales y desamparar a quienes piensan diferente. Pero la ciudadanía tiene memoria, y en el 2026 el país tendrá la oportunidad de darle la espalda a la mentira, al odio y a la violencia.
Hoy el llamado es claro: rodeen al Tigre, cuiden su vida, exijan su seguridad. Que no se repita la tragedia. Porque cuando la democracia calla por miedo, gana la tiranía. Y Colombia merece rugir con fuerza, no arrodillarse ante el silencio impuesto por un gobernante que solo sabe incendiar la nación. Columna de Opinión
SILVERIO HERRERA C
LA REACCIÓN PRENSA








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